Por su falta de fe los israelitas cayeron bajo el dominio de los filisteos y Dios designó a Sansón para que luchara contra ellos. Tenía una fuerza física extraordinaria.
En una ocasión les quemó las cosechas atando teas encendidas a la cola de zorras, soltándolas por los campos. Los filisteos supieron que había sido Sansón y salieron en su busca para matarlo. Éste les hizo frente con una quijada de asno como arma y les causó más de mil bajas.
Dalila, que era filistea, lo traicionó, esperó a que estuviera dormido y le cortó el pelo para dejar anulada su fuerza.
Los filisteos lo apresaron fácilmente y en venganza le sacaron los ojos, condenándolo a dar vueltas a una rueda de molino.
Algún tiempo después celebraron una fiesta en el templo del dios Dagón. Para burlarse de él llevaron a Sansón, quien en un descuido de sus guardianes pudo ponerse entre las dos columnas que sostenían todo el edificio y, apoyando una mano en cada una, pidió a Dios que le devolviera la fuerza.